Doctrina del Pecado Original
QUESTION: ¿Es bíblica la doctrina del pecado original?ANSWER:La doctrina del pecado original es la identificación dada al concepto de la entrada del pecado en el mundo por medio de la desobediencia de Adán y Eva. Dios había preparado un lugar perfecto para el hombre, y luego les dio el regalo de la volición (la acción de practicar el libre albedrío). La volición viene acompañada de responsabilidad y consecuencias. Dios había colocado árboles en el huerto. Adán y Eva podían comer libremente la fruta de cualquier árbol, excepto del árbol de la ciencia del bien y del mal. "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: 'De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás' (Génesis 2:16-17).
En hebreo literalmente dice: "muriéndote morirás." Adán y Eva no murieron físicamente cuando comieron del árbol, pero fueron separados espiritualmente de Dios, lo cual significó una separación eterna -- la muerte. Con la opción de desobedecer la orden de Dios vino el primer pecado, y las consecuencias de ese pecado fueron la separación espiritual, y eventualmente la muerte física. A causa de su pecado, todos los que nacieron de su unión fueron pecadores, y esto ha continuado hasta el presente. Los únicos vástagos que los seres humanos pueden traer al mundo son niños con la naturaleza del pecado, y eso requiere un remedio. Dios, en Su gracia, le proporcionó vestiduras a Adán y a Eva (Génesis 3:21) hechas de pieles de animales, como el primer ejemplo del sacrificio que tendría que hacerse continuamente para cubrir el pecado, a la espera del día, al cumplirse el tiempo, cuando vendría el Redentor prometido (Génesis 3:15).
Esta doctrina del pecado original está cimentada en el Nuevo Testamento a través de los escritos del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto. "Porque por cuanto la muerte entró por un hombre [Adán], también por un hombre la resurrección de los muertos [Cristo] Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (Primera de Corintios 15:21-22).
"Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente.' el postrer Adán, [Cristo] espíritu vivificante.” (Primera de Corintios 15:45).
Lo que se enseña aquí es la "jefatura de Adán" contra la " jefatura de Cristo." En Adán todos nacen muertos o separados espiritualmente de Dios, y eventualmente mueren físicamente. Sin embargo, el remedio para el pecado original, y para las consecuencias de la separación, se encuentra en el "segundo Adán," el Señor Jesucristo. Cuando el pecador confía en Cristo y en Su "sacrificio de una vez para siempre," entonces ha "pasado de muerte a vida. " "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna. Y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida" (Juan 5:24).
El pecado de todos los que confían en Cristo no sólo es cubierto, sino pagado de una vez y para siempre. No hay necesidad de hacer ningún otro sacrificio para satisfacer a un Dios justo y santo. La "jefatura" del creyente cambia, y ya no estamos espiritualmente separados de Dios. Debido a la victoria de Cristo sobre la muerte física en la resurrección, todos los creyentes renacidos recibirán asimismo la victoria sobre la muerte en nuestra resurrección de la muerte física. "Cuando esto suceda -- cuando nuestros perecederos cuerpos terrenales hayan sido transformados en cuerpos celestiales que nunca morirán -- entonces, al fin, las Escrituras se harán realidad: 'Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley: Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Primera de Corintios 15:54-57).
La pregunta: "¿Es bíblica la doctrina del pecado original?" es contestada con un rotundo sí. Sea nuestro agradecimiento para Dios, porque Su amor y gracia no nos dejaron en nuestro estado original, sino que nos dieron la oportunidad de utilizar el regalo del libre albedrío para escoger la vida eterna en el Señor Jesucristo.
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